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sábado, 30 de marzo de 2013

PRINCIPIOS DE LA GEMOLOGÍA PARTE 3





DIAMANTE, DE LA MINA AL BRILLANTE

Como ya hemos mencionado, los cristales de diamante generalmente octaédricos (bipirámide de ocho caras triangulares equiláteras) o de hábito mixto se han originado probablemente a partir de compuestos carbónicos (óxido y dióxido de carbono) expuestas a drásticas condiciones físicas, representadas por altas temperaturas y presiones muy elevadas en ambientes magmáticos. 

La roca madre que los contiene es la kimberlita, llamada así por el nombre de la ciudad de Kimberley en
Sudáfrica, donde fue descubierta por primera vez y constituye el relleno de los "caminos" (chimeneas) en forma de embudo.

Los yacimientos, como para casi todas las demás piedras preciosas, se pueden presentar de dos formas: los primarios, en los que los cristales preciosos están todavía dentro de la roca en la que han tenido su
origen, y los secundarios, en los cuales están mezclados con arenas o gravas más o menos lejanas del lugar de origen. 

Arrancados de la roca madre por los agentes erosivos de naturaleza física y química, los cristales fueron arrastrados por cursos de agua (por ello, a tales yacimientos se los denomina también aluviales). En el caso de yacimientos primarios, la roca madre que contiene los diamantes se debe de extraer primeramente y después seccionarla en varios cortes, siempre delicadamente, y simultáneamente lavarla para así separar los cristales de la ganga; su peso específico (3,52) es de hecho bastante elevado como para hacer que se depositen en el fondo de los recipientes utilizados, aunque muchas veces se situarán en el fondo del recipiente junto con otros minerales también pesados. 







Para los materiales aluviales se procede de la misma forma, con la ventaja de que las primeras fases de destrucción de la roca y sucesiva fragmentación no son precisos.

Posteriormente, los diamantes "enriquecidos" por proceso gravitatorio se pasan a tablas "grasas": consisten en cilindros o cintas untadas de grasa, sustancia por la cual el diamante muestra "simpatía" y a la cual los cristales se adhieren. 
La ganga estéril, por el contrario, resbala con la ayuda de nuevos lavados. Estas tablas de vez en cuando se limpian de grasa y de su contenido; por fusión de esta masa se liberan los diamantes brutos. 

Un yacimiento primario se considera interesante si por los sondeos preliminares se encuentra un quilate de diamante (= 0,2 gr.) por cada 3,5-4 toneladas de roca; puesto que el coste de extracción de los materiales aluviales es inferior, en el caso de yacimientos secundarios basta que se encuentre un quilate por cada 15 toneladas de arena o grava (reIación en peso 1:75.000.000).

Si pensamos que solamente un 21 por 100 de los cristales extraídos es de calidad gemífera (el resto se utiliza para usos industriales) y que en las operaciones de corte y brillo de esta quinta parte se pierde
al menos un 50 por 100 en peso, no resulta increíble el hecho de que una pequeña gema de medio quilate (poco más de 5 mm de diámetro para un brillante redondo) procede de la remoción de algunas decenas
de toneladas de roca. 







Por tanto, sólo se transforman en piedras para joyería una décima parte del peso de los diamantes brutos extraídos. En lo que respecta a la producción de diamantes, la "leadership" mundial se encuentra en manos del grupo sudafricano De Beers Consolidated Mines, nacida el 13 de marzo de 1888 tras la fusión de la De Beers Mining Company y la Kimberley Central, respectivamente guiadas por dos grandes protagonistas de la historia del diamante: Cecil Rhodes y Barney Barnato. 

Hoy, la compañía De Beers, a través de su potente organización comercial Central Selling Organization (C.S.O) de Londres, controla el 80-85 por 100 del mercado mundial del diamante bruto.







La "talla" de los diamantes brutos 

Hace ya muchos siglos, cuando el hombre se contentaba con obtener gemas de formas simples, limpiando o puliendo las caras ya presentes en el cristal bruto, cuando fue evidente no sólo que los diamantes de forma geométrica perfecta resultaban más difíciles de trabajar que los de formas geométricas irregulares, sino que también la dureza y, por tanto, la dificultad en el corte y en el brillo variaba en el mismo cristal según la dirección.
En el caso de diamantes brutos de considerable tamaño, de los cuales no es conveniente extraer una única gema debido a su escasa comerciabilidad, podemos decir que su elaboración comienza con la operación "exfoliación" o partición.

Tras estudiar la dirección adecuada se fragmenta el cristal en dos trozos con la ayuda de una punta de acero, precisándose para el buen éxito de la operación un corte neto sin pérdidas de material: de hecho,
el diamante se exfolia fácilmente en planos paralelos a las caras del octaedro.







Si por el contrario se desea eliminar partes de cristal demasiado defectuosas por la presencia de inclusiones y tal cosa no es posible mediante partición, se procede al corte con discos delgados de bronce fosfórico impregnados en polvo de diamante. En el caso de fragmentos gruesos, esta última operación puede durar varios días.
La segunda fase consiste en el esbozo que, eliminando los ángulos, delimita ya lo que será el contorno definitivo o "cintura" de la piedra trabajada: 

generalmente redondeada, pero también ovalada, rectangular, en forma de gota o lanzadera. También en esta fase se precisa el auxilio de otro diamante y se verifica una cierta pérdida de peso.

Llegados a este punto, se pasa al corte verdadero y propio, o sea, a labrar o facetar el diamante: la cara superior más grande ("tabla") y las otras 16 caras principales (ocho arriba y ocho abajo) se obtienen
por un especialista. Las otras 40 caras secundarias (en todo corte se observan 57 caras) se obtienen por otro especialista llamado abrillantador. 







En esta fase también se verifica una reducción del peso
original.
Tras el pulimento y un control general, la piedra ya terminada se hace hervir en ácido para eliminar cualquier vestigio de grasa o de polvo de diamante.


Tipos de talla

El tipo de talla llamado "en brillante" tiene origen en las experiencias del veneciano Vicente Peruzzi (siglo XVI) y después se ha modificado numerosas veces y simultáneamente perfeccionado según los criterios de la óptica matemática para mejorar la terminación.

La forma más común y, por tanto, la más aconsejable por su fácil comercialización es la del brillante redondo: 33 caras arriba (la tabla en forma de octógono más las 32 caras que forman la así llamada corona) y 24 debajo ("pabellón"). 
La corona y el pabellón están separadas por un contorno bruto o finamente facetado llamado "cintura". También en un corte ovaloide o bien en los otros cortes que ya hemos mencionado anteriormente existen las 57 caras ya características: un error muy extendido es el de considerar como única talla del brillante el redondo.


Con criterios muy distintos se obtienen las formas llamadas en "esmeralda" (rectangular con vértices achaflanados), cuadradas ("carré") y triangulares. 
La forma de la talla está condicionada por la forma
original del elemento bruto y esto es por motivos evidentes de calo-peso: por ejemplo, de un fragmento en forma de hoja de laurel se hará un corte de lanzadera en vez de obtener un brillante redondo.







De cristales muy pequeños y de fragmentos procedentes de la exfoliación de fragmentos más grandes se hacen tallas en forma redonda llamados "Huit-Huit", porque presentan ocho caras arriba y ocho caras abajo (además de la ya habitual tabla superior octogonal), o bien se hacen tallas llamadas rosas, con la parte inferior plana.
Los principales centros de elaboración del diamante se encuentran en Anversa, Amsterdam, Tel-Aviv, Nueva York, Hong Kong y Bombay. 

Para adquirir lotes de cristales brutos los cortadores se reúnen en Londres, que es el mayor centro internacional en lo concerniente al mercado de diamantes brutos controlado, como ya hemos dicho, por la C.S.O.


Las cuatro "C"  

Los factores que determinan el valor de un diamante elaborado están simbolizados por cuatro "C" es decir, por la inicial de los términos ingleses "colour" (color), "clarity" (pureza), "cut" (talla) y "carat" (peso en quilates).







El color. 
Hasta ahora se ha hablado del diamante como de una piedra incolora, pero en realidad existen gemas de distintos colores: amarillos (diamante "junquillo"), oscuros, verdes, rosáceos e incluso variedades rarísimas en rojos y azules. 
Estos diamantes de fantasía son difícilmente comercializables, aunque los últimos colores citados (que son naturales y no artificiales) tienen un valor elevadísimo precisamente en virtud de su rareza y belleza. 

Prescindiendo, por tanto, de ejemplares que resultan coloreados y ateniéndonos solamente a las piedras incoloras o casi incoloras, existen distintas escalas de colores que utilizan terminología distinta en base al criterio según se ha formulado: junto a la escala escandinava y a la inglesa (U.K.) están la francesa (poco usada), la americana (actualmente la de mayor difusión y cuyos términos están expresados por letras) elaborada por el Instituto Gemiológico Americano (G.I.A.), la de Anversa (Antwerp) y la suiza. 







Una simple observación de las distintas tablas refleja rápidamente que la escandinava y la suiza utilizan términos idénticos, pero en la segunda aparece una mayor intransigencia al comparar los primeros colores (con diferencia los más apreciados, con grandísimas diferencias de coste unitario de una categoría a otra).

De la primera columna se deduce que los diamantes más apreciados son aquellos totalmente incoloros ("colorless"): sigue una larga lista de piedras ligeramente coloreadas tendentes a un amarillo o, peor todavía, a un amarillo oscuro ("slightly tinted").







La pureza. 
Es preciso aclarar inmediatamente que el concepto de pureza es relativo: con un acuerdo internacional se ha definido puro al diamante que observado por un experto con una lente de 10 aumentos no revela inclusiones.
Las inclusiones que a veces se denominan "carbones", consisten en cristales o fragmentos de minerales con los cuales el diamante ha cristalizado: diopsido, olivino, granates, etc. 
Se consideran inclusiones también las fisuras naturales y aquellas que han sido provocadas, los vestigios de una reciente exfoliación y las líneas de crecimiento del cristal originario.

Defectos (pero de reducida importancia) son también consideradas algunas imperfecciones externas, como las que se pueden revelar en la cintura de la piedra: porciones de una cara natural del cristal o bellísimas cavidades en escalinata de forma triangular llamadas "trigones". 
Si un diamante presenta solamente signos de este aspecto, se le clasificará, si deseamos ser rigurosos, como I.F. ("Internally Flawless", internamente puro), en vez de F. ("Flawles", puro). 
Las letras aquí usadas no tienen nada que ver con las indicadas en la clasificación americana del color. 

Es importante destacar que las inclusiones bajan el valor de las piedras (de VVS se baja a VS, después a S y después más bajo aún) no sólo según sus dimensiones, sino también por su número y su posición en las caras de la gema. 







Un diamante que presenta una cierta inclusión (suponemos que invisible a simple vista) en el medio de una tabla, vale mucho menos que otra piedra que con iguales condiciones de los demás factores tenga la misma inclusión junto a la cintura (donde el pabellón puede cubrirla).

La talla. 
Un diamante también se puede clasificar según la perfección más o menos grande con la que ha sido trabajado. 
A este respecto se toman en consideración cualquiera que sea la forma de la talla, del corte de la gema, las proporciones de dicha talla, la simetría entre las distintas caras y los defectos de brillo. 
Para clasificar los brillantes de peso inferior a un quilate se tienen los siguientes criterios: "very good" (muy bueno): brillo excepcional, pocos e insignificantes signos externos; "good" (bueno): brillo ligeramente inferior, algunos signos externos más relevantes; "poor" (pobre): brillo inferior, signos externos más o menos grandes y/o numerosos.

Aparte del ojo del experto, ayudado por una buena lente, un instrumento muy utilizado para juzgar la talla del diamante es un aparato difundido por la G.I.A y que se llama "proportionscope", puesto que analiza las proporciones de la talla comparándolas con una escala estandar.

Los quilates. 
Aparte del gramo, que se usa para piedras de muy poco precio, la unidad de medida de las piedras preciosas es el quilate, equivalente a la quinta parte de un gramo: el quilate métrico (símbolo c.m)= 0,20 gr., y por tanto, 1 gr.= 5 c.m.







El "grano" es la cuarta parte de un quilate, es decir 1/20 de grano: 1 grano = 0,20 c.m.; 1 gr. = 20 gra nos. 
El grano se utiliza exclusivamente para los diamantes y para las perlas naturales no cultivadas.
El "punto" equivale a 1/100 de quilate y, por tanto, a 1/500 de gramo: 1 punto = 0,01 c.m.; 1 gr. = 500 puntos. Un diamante de 0,25 quilates se dice también que tiene 25 puntos ó 1 grano. Una piedra de 1,25 c.m., se dice también de 5 granos o bien un quilate y 25 puntos. 
Un pequeño diamante de 0,07 c.m. es una piedra de 7 puntos. 
Existen piedrecillas tan pequeñas (los ya citados "huit-huit") que para hacer un quilate se precisan más.


¿Cuánto vale un brillante?

Valorar un brillante es una misión generalmente difícil incluso para un experto, puesto que deben de tener en cuenta los cuatro parámetros antes descritos, cada uno de ellos determinado previamente con rigurosa precisión. No parece demasiado equivocada, por tanto, la afirmación que numerosas veces hacen los comerciantes de joyas y que es que cada gema tiene su propio valor. 
A título indicativo se puede decir que a causa de la rareza de los cristales de grandes dimensiones respecto a los de pequeñas, cuatro piedras de 0,25 c.m. cada una (para un total de 1 c.m.) tendrán un valor notablemente inferior al de única gema de 1 c.m. 







Este argumento es válido solamete si permanecen constantes color, pureza, forma y calidad de la talla. 
En conclusión, el precio del quilate resulta extremadamente variable como se puede observar en la tabla, que considera las variaciones de precio en relación a la pureza del diamante de cuatro pesos distintos, a la paridad de calidad de la talla y de color (en este caso, las piedras se clasifican como "blanco extra excepcional" o "river") . 

La cifra 1.000 corresponde a la valoración (que es simplemente hipotética) del brillo de un quilate clasificado "puro" ("flawless"); para obtener el precio de adquisición de los brillantes bastará multiplicar el precio del quilate por el peso correspondiente de la piedra. Por ejemplo, el precio de compra de un brillante "river" S/2 de 0,25 c.m, será aproximadamente de 80 (precio del quilate) por 0,25 = 20; el de un brillante "river" S/2 de 2 c.m. será de 450 por 2 = 900; y así todos los demás casos.


Algunos consejos para la compra de un diamante

Ante todo es conveniente recordar que las estimaciones a simple vista hechas rápidamente difícilmente son válidas, incluso para un experto; por tanto, no hay que fiarse jamás de las gangas porque no existen diamantes baratos a menos que escondan defectos. 







El examen de la piedra no se realiza ni con luz artificial ni con luz solar, sino a la sombra posiblemente en un día sereno y con luz procedente del norte. 
Es mejor comprar una piedra troceada antes que montada en un anillo, desconfiando además de los anillos antiguos, porque a menudo la piedra es ordinaria.

Si por el motivo que sea es nuestro deseo comprar un diamante de talla vieja vale la pena recordar que el precio debe ser, en condiciones iguales de pureza y color, notablemente inferior al de una piedra de
talla moderna. 
En cualquier caso, una vez comprado un brillante viejo que en idénticas condiciones de peso tiene una superficie útil más pequeña que el de una talla moderna (debido a su mayor espesor), no conviene hacerse la ilusión de haber gastado poco y de obtener mucho haciéndolo recortar. Un último consejo: en caso de indecisión siempre es mejor acudir a un experto.


Los diamantes sintéticos

En varios países (USA, URSS, Suecia, etc.) se obtienen desde hace varios años diamantes sintéticos, partiendo de grafito expuesto a altas temperaturas y fortísimas presiones dentro de cámaras metálicas de pocos centímetros cúbicos de volumen, dotadas de paredes de gran espesor. 







Los primeros resultados fueron cristales muy pequeños, generalmente de calidad industrial, pero últimamente se han obtenido también cristales de calidad gemífera y de peso superior al quilate. 

Puesto que los costes de producción superan, hoy por hoy, al de las gemas naturales, el mercado de estos últimos no corre el peligro de invasión por parte de estas piedras sintéticas al menos hoy en día.
Diamantes "extraños"  

En los meteoritos se han encontrado diminutos cristales de diamante bajo forma de diminutos granos negros, durísimos y asociados a mucho grafito. 

Según algunos, estos cristales se han formado antes de la caída del meteorito; según otros científicos, sin embargo, estos diamantes derivarían de enormes presiones y tensiones desarrolladas en el grafito (que no es un constituyente normal de los meteoritos) en el momento de la caída. 

En cualquier caso, puesto que el diamante no se forma instantáneamente, esta segunda hipótesis parece menos cierta que la primera.
Junto al diamante de los meteoritos se ha descubierto, recientemente, una nueva modificación cristalina del carbono estable a muy altas presiones y con una estructura, bien como la del diamante, bien como la de la wurtzita, bien como la de la blenda: tal modificación se ha llamado lonsdaleíta.







Los usos del diamante

Además de los usos del diamante como gema, el diamante también es insustituible en muchísimas operaciones industriales, sobre todo en la fabricación de objetos muy resistentes al desgaste (puntas, sierras circulares), para el tratamiento de materiales duros. 

La técnica mejor consiste en aplicar pequeños cristales o polvo de diamante en la matriz del metal o bien de englobarlos directamente. 
En todos estos usos se utilizan no sólo los desperdicios de la extracción o los residuos de la elaboración de las gemas, sino que también se utiliza material sintético que se ha comercializado durante los últimos años.
Variedades características de color oscuro, granular, son el así llamado carbonado o el "bort" que encuentran aplicación industrial, no sólo debido a su ínfimo valor estético, sino también por el valor de su dureza, que según algunos es todavía más elevada que la del diamante normal.







Las imitaciones

Si el riesgo de comprar un diamante sintético, hoy por hoy, es prácticamente nulo, sin embargo, el de encontrarse con una imitación es muy grande, es decir, un material cuya composición es totalmente
distinta a la del carbono puro, pero cuyo aspecto y propiedades físico-ópticas son muy parejas a las del diamante.

Las imitaciones de mayor alcance han sido la "titania" (o rutilo sintético), la "fabulita" (o titano de estroncio), el "linobat" (niobiato de litio), el G.G.G (óxido de galio y gadolinio) y el Y.A.G (aluminato de itrio), nacidos de experimentos que muchas veces se han realizado para obtener materiales nuevos no existentes en la Naturaleza y dotados de particulares características técnicas.







Las gemas talladas de estas sustancias se caracterizan por pesos específicos muy altos o mucho más altos que los de diamantes genuinos (desde un mínimo de 4,25 hasta un máximo de 7-7,30), por lo que en el caso de piedras sueltas el truco se descubre fácilmente; la dureza es también inferior (con un mínimo de 5,5-6 contra 10 del diamante).

La dispersión en las tres primeras imitaciones resultaba excesiva (para el titanio, 6 veces la del diamante), por lo que las gemas mostraban un "fuego" excesivo rápidamente percibido por un experto.

El índice de refracción igual que el del diamante en la fabulita y superior en la titania, es más bajo en las demás imitaciones. 
Otras imitaciones mucho más ingenuas están representadas por cristal de plomo y por síntesis de sustancias existentes en la Naturaleza, aunque raras veces en la variedad incolora (espinela y corindón llamado también zafiro blanco).

La imitación más reciente y la más desconocida es la representada por la "circonia" (o menos correctamente "circón cúbico") constituída por dióxido de circonio y comercializada con los nombres de djevalite y de phianite.

Este material presenta un índice refractario próximo al del diamante (2,16-2,18), dispersión un poco más elevada, buena dureza (entre 8 y 8,501) pero un peso específico excesivo (de 5,60 a 5,70, que
corresponde a más de una vez y media el del diamante).







Fernando Gatto
Kaia Joyas Uruguay

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