El Pambil, conocido como el árbol que camina, se convirtió hace cinco años en un amigo inseparable del cuencano Fabián Calderón.
Este joyero encontró en ese árbol la materia prima para su creación.
En un encuentro con Calderón, ahora ya con 55 años a sus espaldas, este joyero retrocede al 2007, época en la que viajó a la provincia de El Oro.
Recuerda que en una bananera vio por primera vez al árbol de Pambil, perteneciente a la familia de las palmeras y de unos 30 metros de alto.
Lo que más le impresionó fue ver que tenía las raíces expuestas.
Es decir, conforme el árbol se hace maduro, sus raíces se desplazan a una distancia de hasta dos metros de su lugar original, con la finalidad de buscar nutrientes.
La dureza y la textura del árbol llamaron la atención de Calderón, quien tomó un pedazo de madera y se lo llevó a Cuenca.
Durante un año, realizó pruebas con el tronco del Pambil (conocido también como ‘el rompe hachas' o ‘hierro vegetal' por su dureza).
Lo primero que hizo fue cortar un pedazo de madera y tratarla, procedimiento que no revela pues es secreto profesional.
Luego de 30 años como joyero, ha logrado descifrar cómo manipular con facilidad este material.
Según Calderón, este árbol es noble por su brillo natural, y principalmente por su belleza.
Además, no utiliza solo su tronco, sino también sus ramas y frutos.
Una muestra de lo delicado de su trabajo se exhibe, bien iluminada, en una vitrina en su taller.
En el interior de esta resplandecen unos dijes.
Sus formas son variadas.
Hay cuadrados, triángulos, círculos, óvalos y hexágonos.
Son joyas combinadas con plata.
El cuencano, quien aprendió el oficio en Atacames, es autodidacta.
Él cuenta que cada pieza tiene su complejidad, y la fabricación de un dije le puede tomar hasta un día; también realiza prendedores, anillos, brazaletes y más.
La tonalidad café del árbol resalta en la joya, que también incluye piedras como spondylus, rodocrosita y otras.
Con las ramas, que son beige con rayas cafés -similar a un leopardo-, realiza los aretes.
Con los frutos, que son una suerte de bolitas de un color similar al de la madera, café, elabora aretes y pulseras, además de servirle de adorno para los anillos.
Su negocio se encuentra en el local número 35 del Centro Municipal Artesanal de Cuenca.
Es un espacio amplio decorado con óleos pintados por Calderón apenas amoblado por una mesa y una silla.
Sus clientes son extranjeros principalmente.
A uno de ellos, el estadounidense John Gordon, de 55 años, le llamó la atención un dije cuadrado que estaba sobre una concha de spondylus.
Gordon casi no habla español, pero sonríe al ver el dije, y no duda en decir "hermoso". También le gustaron unas mancuernas realizadas en plata y combinadas con el árbol de pambil.
El joyero cuencano también utiliza otras materias primas singulares como el huairuro (semilla de tonalidad roja de la Amazonía).
Según Calderón, son utilizadas para la suerte y para contrarrestar las malas energías.
Con el huairuro elabora llaveros y juegos de anillos, aretes y pulseras.
Otras semillas que emplea, valiéndose de su imaginación, son las de la achira, la chonta o el coco.
Fernando Gatto
Kaia Joyas Uruguay
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